Evaluación, examen, calificación

En estos días una de las principales preocupaciones de los docentes gira en torno a “cómo evaluar en el aula virtual”. Lo que en las aulas presenciales parecía estar resuelto ahora aparece rodeado de grandes incertidumbres. En este nuevo escenario sería conveniente hacer algunas reflexiones.

¿De qué hablamos cuando hablamos de evaluación?

En muchos casos el concepto que tenemos hoy de evaluación se fue forjando desde nuestros inicios en la vida escolar. La manera en que fuimos evaluados dejó huellas que persisten en el tiempo y tal vez hoy sin darnos cuenta evaluamos del mismo modo en que nos evaluaron cuando niños. Aunque en nuestro trayecto formativo como docentes mucho se haya teorizado, la evaluación se sigue entendiendo (y practicando) como sinónimo de examen y calificación.

La Real Academia Española (RAE) propone como primera acepción para evaluar “señalar el valor de algo”, es decir, valorar en cuanto “reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo”. Es un término amplio, que puede ser aplicado a diversos ámbitos.

Si atendemos al significado que se relaciona más estrictamente con el ámbito educativo:

evaluar calificar
3. tr. Estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento de los alumnos 3. tr. Juzgar el grado de suficiencia o la insuficiencia de los conocimientos demostrados por un alumno u opositor en un examen o ejercicio.

Calificar es una actividad más restringida que evaluar y estaría relacionada en forma directa con el examen:

examinar
3. tr. Someter a alguien a un examen o prueba. U. t. c. prnl.

Esta idea de sometimiento en cierto modo está asociada al ejercicio del poder, En “Una polémica en relación al examen” Ángel Díaz Barriga hace una reflexión muy interesante acerca del examen como sistema de distribución de poder:

“Es habitual que tanto los estudiosos de la educación como cualquier persona común piensen que el examen es un elemento inherente a toda acción educativa. Esto es, es natural pensar que después de una clase los estudiantes deben ser examinados para valorar si adquirieron el conocimiento expuesto. Un estudio sobre la historia del examen en las prácticas pedagógicas mostraría lo falso de esta afirmación.

Primero porque el examen fue un instrumento creado por la burocracia china para elegir miembros de castas inferiores. Segundo porque existe innumerable evidencia de que hasta antes de la Edad Media no existía un sistema de exámenes ligado a la práctica educativa. Tercero porque la asignación de notas (calificaciones) al trabajo escolar es una herencia del siglo XIX a la pedagogía. Herencia que produjo una infinidad de problemas. Los cuales, hoy padecemos.”

Evaluar los aprendizajes es un proceso mucho más amplio y complejo que “examinar” o “poner notas”.

En una entrevista titulada “Sabiendo que el alumno aprende, la nota es lo de menos” Neus Sanmartí, consultada acerca de los retos del sistema educativo en materia de evaluaciones manifiesta:

“Lo más importante es conseguir detectar dónde están las dificultades del alumnado y ayudarle a superarlas. (…) La evaluación consiste en detectar problemas y plantear las soluciones.”

En una entrevista titulada “La evaluación hay que llevarla al proceso, no al producto”, Elena Martin, consultada acerca de la finalidad de la evaluación en la actualidad expresa que es mayoritariamente acreditativa, y que la función formativa debería coexistir con la acreditativa:

“Debemos entender dónde está [el alumno] y por qué está en ese punto, y esto nos permite saber en qué línea debemos trabajar. Lo que no podemos permitir es que la función acreditativa se coma a la pedagógica y realce una estructura muy competitiva. Es uno de los elementos más perversos y difíciles de gestionar del sistema.”

Antes de avanzar con la evaluación en entornos virtuales tal vez sea un buen ejercicio hacer una pausa y pensar: ¿qué concepto de evaluación tenemos?, ¿qué función le estamos atribuyendo a nuestras prácticas evaluativas habituales?