El uso de rúbricas para retroalimentar el proceso evaluativo

Si pensamos en optimizar el proceso evaluativo, tratando de promover la toma de conciencia sobre el propio aprendizaje, debemos ofrecer junto a la calificación una retroalimentación.

Rebeca Anijovich (2010) plantea que “la retroalimentación es un proceso de regulación de los aprendizajes y la enseñanza”. En este sentido, utilizar rúbricas, con diferentes niveles de valoración gradual, nos posibilitará este ejercicio.

 

¿Qué son las rúbricas?

“Las rúbricas son guías de puntuación usadas en la evaluación del desempeño de los estudiantes que describen las características específicas de un producto, proyecto o tarea en varios niveles de rendimiento, con el fin de clarificar lo que se espera del trabajo del alumno, de valorar su ejecución y de facilitar la proporción de feedback” (Andrade, 2005; Mertler, 2001 como se citó en Fernández March, 2010).

Nos permiten documentar las evidencias, tanto de conocimiento como de desempeño, a través de actividades orientadas a la formación.

Pueden ser confeccionadas con los estudiantes, logrando una mayor apropiación para el desarrollo de evaluación entre pares y autoevaluación.

El diseño de una rúbrica nos exige reflexionar sobre la definición de los criterios, allí explicitamos valores y expectativas sobre el aprendizaje y su implementación. Por lo que, debemos evitar incorporar variables irrelevantes y adjetivos valorativos poco precisos.
Según Florina Gatica-Lara, Teresita del Niño Jesús Uribarren-Berrueta (2012)

“Cualquier rúbrica debe considerar las siguientes premisas: ser coherente con los objetivos educativos que se persiguen, apropiada ante el nivel de desarrollo de los estudiantes, y establecer niveles con términos claros.

Por último, pero no menos importante, los niveles de retroalimentación elaborados deben redirigir al estudiante hacia la mejora de sus competencias en posteriores actividades, permitirles visibilizar sus logros y reconocer sus debilidades.